Estaba yo pensando que, a pesar de tener toda la web llena de fotos de mis cuadros, en realidad no se aprecia de verdad un cuadro en una foto. No se sabe qué tamaño tiene, no se ven los colores reales, no es para nada lo mismo que verlas en vivo.
Un ejemplo, la foto del cuadro «Guisante Verde» de Lorena de la Flor:
Pero, aunque ponga que el tamaño es 150 x 50, viendo la foto anterior, no te das cuenta de lo que significa ese tamaño. Un metro cincuenta de alto, más grande que un niño 🙂 :

Guisante y niño
Esto, lo que en realidad me da que pensar es la de cuadros famosos de los que solo hemos visto una foto y que nunca veremos en directo delante de nuestros ojos. Y es que no es lo mismo y la fotografía es solo una reproducción del real pero nunca el real, nunca la sensación de tener la verdadera obra delante de los ojos.
Y no solo fotografías de arte. La de ciudades que nunca visitaremos, la de monumentos que impresionan al que los ve en el lugar exacto, la de paisajes rodeados de aromas, colores, músicas que no hemos visto. La fotografía es un avance increíble que nos permite saber de la existencia de muchas maravillas. Pero no nos hace realmente conocerlas ni haberlas experimentado por nosotros mismos. Habremos visto fotos del Vaticano mil millones de veces pero nunca se pueden comparar con la sensación de estar en medio de la plaza de San Pedro rodeado de columnas, de historia, de acentos, de personas.
Y al mismo tiempo, cuando estamos delante de la obra de arte, del paisaje o del monumento, nos empeñamos en retratarlo, en hacerlo nuestro a través de nuestra cámara digital llena de megapíxeles o de nuestro teléfono móvil en vez de disfrutar de la experiencia. Casi en una forma de demostrar «yo estuve allí», «yo lo he visto», «esta foto es mía». Como si las sensaciones no se pudieran demostrar y necesitáramos de ese testimonio gráfico en forma de foto para que los demás se crean lo muy viajados que estamos y lo muy cultos que somos.

Gioconda invadida por turistas fotógrafos
O hacemos la foto para no olvidar nosotros mismos que estuvimos allí. Pero entonces deberíamos vivir la experiencia y, justo antes de irnos, sacar la foto de recuerdo (nunca me han gustado las postales, demasiado impersonales). Pero, ¿realmente somos capaces de olvidar la sensación de un viaje?
Cuando visualizo fotos pasadas lo que me gusta observar es a las personas que aparecen allí: «mira que joven estaba mamá», «vaya pelos que tenías ese verano», «lo que ha crecido Jorgito». No me impresiona ver las mil fotos de paisajes y monumentos que me he dedicado a sacar desde cada ángulo. Otra cosa es que hagas las fotos con cierto arte, que es lo que imagino intento hacer yo a cada disparo con poco éxito. En cualquier caso, cuando veo fotos de fotógrafos profesionales, sacadas con calidad, ganadoras de premios, las que realmente me transmiten algo suelen también contener personas, situaciones de la vida real, ropajes de otra época, sentimientos exagerados.
Muchas cosas por vivir y por experimentar y, para la próxima, la cámara bien guardadita en el bolsillo 🙂